LECTURA: Sobre un Vargas Llosa para nuestro tiempo.

Antonio Villarruel, Crítico literario

FUENTE: http://www.telegrafo.com.ec/cultura/carton-piedra/item/sobre-un-vargas-llosa-para-nuestro-tiempo.html

13-01-14-cp-Vargas-Llosa_e20fa5de46d7c391726514dc8308df44Primero aparece esta pregunta, inmediata, aunque trillada: ¿por qué otro libro sobre Vargas Llosa? Corral responde implícitamente con una premisa directa y compleja: los paradigmas interpretativos sobre el peruano no han cambiado, y la crítica sigue siendo aquiescente (especialmente la anglosajona) o poco solvente. Pero Vargas Llosa. La batalla en las ideas no es “crítica de la crítica”, sino un análisis extensivo, reflexivo y claro de las rutas de la noficción del peruano, hasta los textos que ahora están en Piedra de toque I-III (2012).

Como hiciera en El error del acierto (contra ciertos dogmas latinoamericanistas), aquí batalla contra los credos concentrados en la estética y política del Nobel, que han llegado a ser meros lugares comunes. Y aunque no examina cada texto no ficticio, su muestra es vastísima, contextualizada paralelamente con abundantes llamados o exégesis de las novelas, hasta El sueño del celta. Corral no escribe una hagiografía, aunque tal vez hay ciertos momentos en que queda esa impresión. Pero, para abandonarla, revisa cómo los detractores de Vargas Llosa arman sus argumentos, y con estos va acumulando un saldo a favor no de su autor, sino de sus ideas.

13-01-14-cp-libro-Vargas-LlosaEste proceder es notable en los 2 primeros capítulos, dedicados al mundo de “posideas”, y al menos convincente paso de Vargas Llosa a un “liberalismo no indignado”. Según Corral, las ideas son una fuerza imprevisible en la historia, y la política y la prensa actuales nos mantienen atentos al insinuar tener un conocimiento especial de los principios que hacen girar al mundo. Subraya que esta es una batalla en las ideas, por lo que vale explicitar qué entiende por ellas en su primer y tercer capítulo, en los que más las trata. Cuidadosamente interdisciplinario, sin los excesos teóricos que desmonta en libros anteriores, teje historia, algo de biografía, periodismo, géneros, intelectuales, política, cultura(s), economía y teoría, sin perder de vista que su crítica es literaria, logrando que esos campos resurjan consistentemente en el libro.

Extraña que no polemice con la casi inobjetable deriva de la calidad de la noficción reciente del peruano, y otro tanto se podría argüir sobre sus últimas novelas. Esto es menos que increpar al autor por sus devaneos alrededor de un liberalismo con dejes nostálgicos de su militancia en la izquierda latinoamericana, que anotar cómo sus argumentos y observaciones pueden ser redundantes y en ciertos casos oficiosos con sus allegados. Basta con releer Un paraíso burgués, de 1996, en el que confirma su talante como escritor de no ficción al tender un puente entre la obra de Vermeer y la construcción de una capa burguesa y pacífica en la Holanda del XVII. Del otro lado, las últimas páginas de su extenso ensayo sobre Onetti casi reducen el alcance de la obra del uruguayo al fracaso de la utopía liberal de Rodó.

 

Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2012. 422 pp.

Queda por mencionar a los capítulos más logrados, el tercero y cuarto. Si el tercero es un análisis sutil de cómo la noficción de Vargas Llosa informa a su narrativa desde los cincuenta, el cuarto discute todavía más convincentemente cómo, también desde su exitoso inicio, el peruano escribe “contranovelas”. En este apartado repasa, clarifica, corrige y define el valor de las ideas literarias y la terminología crítica (no siempre felices) asociadas con su autor. En el quinto y último capítulo es generoso con los nuevos autores que admiran al peruano, precisando que la conexión entre el maestro y los discípulos no es necesariamente un club de fanáticos, sino un compromiso muy diferente al que caracteriza a la generación del peruano. Si Corral es duro con los que critican a Vargas Llosa, tiene más razón respecto a la idea de la “novela democrática” que a “la política liberal perfecta”.

Si se cree que cada mente vive o muere por sus ideas, y que cada libro vive o muere por su lenguaje, Vargas Llosa. La batalla en las ideas permanecerá, precisamente porque Wilfrido H. Corral muestra sin aflicciones que los intelectuales del entresiglo dependen del pensamiento usado, o sufren del miedo ocasionado por el relativismo actual que arruina nuestra capacidad para distinguir o jerarquizar. Aquí no hay onanismo ni protagonismo en que el crítico examina su “posición de sujeto”, sino una prudencia que, por más que incomoden algunas ideas de intérprete e interpretado, es irrebatible. Si Vargas Llosa no ganó el Nobel por literatura política, ha ganado un crítico a su altura. Con razón Vervuert incluye este libro en su serie más selecta.


Fragmento de la Introducción:

Cuando Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura 2010, la academia sueca anunció que fue “[p]or su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. Sin duda, ese mapa se forma con sus novelas y su prosa no ficticia, pero paradójicamente esta última es menos mencionada en evaluaciones similares a la de la comisión del Nobel.

Vargas Llosa: la batalla en las ideas recupera la simbiosis de ambos géneros para entender los avatares de las ideas del autor. Además de siempre estar detrás de la batalla de los libros y sus permutaciones, la de las ideas, mantiene su protagonismo en el siglo XXI. Sobre todo desde el affaire Dreyfus, los novelistas casi nunca están ausentes de esas luchas. Ninguno ha estado en el meollo de la versión latinoamericana de esa contienda como el peruano, con sus ensayos, novelas, periodismo, y textos afines, con su presencia en los debates más importantes del siglo XX.

En este, el ubicuo autor sigue siendo el reconocido director de una orquestación internacional a favor de la libertad en la literatura y las ideas sociales que la nutren. Como con todo buen director, su primacía surge solo cuando es necesario, con una especie de yo antagónico. Asimismo, sabe bien que la innovación no proviene de genios que actúan solos, sino del conocimiento acumulado, de errores constructivos y de la abundancia de información que emerge de esfuerzos colaborativos (WHC).

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