En el marco del II Festival Littéraire International “Mixed Zone”, organizado por los departamentos de Filología Moderna (Germánica y Románica) y Antigua de la Universidad de Lieja (Bélgica), se reúnen en estos días escritores de fama internacional, traductores, editores, libreros, catedráticos y estudiantes en unas conferencias y talleres que giran en torno al tema del cruce de fronteras (geográficas, lingüísticas, culturales…). Entre estos invitados de renombre destaca la presencia del dramaturgo argentino Rafael Spregelburd; algunas de sus obras se mostrarán paralelamente en el Théâtre de Liège.

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Presentamos aquí una introducción a uno de sus trabajos, La estupidez, pieza que, junto con otros éxitos suyos, pueden encontrar en nuestra librería de la calle Huertas, 40.

«La estupidez, calificada de road-theatre, pone en escena cinco historias entrelazadas que tienen lugar en habitaciones de sendos hoteles en Las Vegas: tres policías andan enredados en asuntos de robos, confundidos ante la riqueza mal adquirida y la culpabilidad que eso conlleva; dos estafadores intentan vender un cuadro robado por una fortuna; un grupo de cinco amigos se enriquecen al recurrir a un cálculo matemático que les permite ganar, de forma fraudulenta, en la ruleta; un científico ha encontrado la solución de la Ecuación de Lorenz –que no en vano predetermina el caos en las predicciones sobre dinámica de fluidos– y busca una manera de avisar a las generaciones posteriores de sus consecuencias; una joven discapacitada, testigo de delitos es maltratada por su hermano.

Todo sucede simultáneamente, los diálogos se sobreponen y se desarrollan en un mismo espacio. El carácter dialógico del guion, en el que se mezclan una multitud de voces, forma una cacofonía de la cual resulta una incomprensión total. Hay una completa saturación. Una señora le cuenta el fracaso de su matrimonio a un perfecto desconocido, quien apenas puede disimular su absoluto desinterés; la niña discapacitada intenta narrar lo que presenció recurriendo al lenguaje de las señas, sin lograr que la policía la entienda; las llamadas telefónicas se pierden por la abundancia de intermediarios; la valiosa ecuación de física cuántica revelada en la columna de una revista de ocio es confundida con las predicciones de Nostradamus. Finalmente, la obra concluye con las vehementes palabras del policía Wilcox, que evidencian la incapacidad receptiva de la sociedad y la desilusión que ello conlleva: “¿Hasta cuándo durará esto? Hablamos cada vez menos. Tratamos de no ver a nadie. […] Recé como pude, y le pedí a dios. Le pedí que todo esto cambie. Pero no pasó nada”. Hasta dios se hace el sordo: rezar no aporta soluciones, sino que refuerza la angustia ante la pérdida de puntos de referencia.

La estupidez

El proyecto spregelburdiano de deconstrucción del lenguaje va más allá de atisbar los límites del mismo en tanto que generador y organizador de la realidad. En La estupidez se busca otro “lenguaje” universal trascendente, no lingüístico. Aparecen tres discursos hegemónicos que ocupan esa función: el dinero, el arte y la ciencia. Cada uno de ellos, como el idioma, puede deconstruirse para poner de relieve su naturaleza engañosa. El ejemplo más obvio tal vez sea el del dinero. Como se ha dicho, la acción se desarrolla en Las Vegas, ciudad emblemática de la diversión, donde la riqueza material desempeña el papel de lenguaje absoluto. Entre robos, apuestas tramposas en los casinos, ventas ilegales, chantajes y deudas con la mafia, el valor monetario es el único discurso que se impone: la codicia enreda las relaciones y rige los destinos de los personajes. Sin embargo, la característica esencial del dinero en la obra es que se pierde, pasa de un bolsillo a otro, no pertenece a nadie, no es, en fin, una “realidad”, sino más bien una ilusión que no puede aportar certezas ni coherencia o estabilidad; solo duda, incertidumbre y vacío.»

Auréline Mossoux, «La estupidez, de Rafael Spregelbund» (extracto). Pueden leer la reseña completa en este enlace.