Carlos Ivanhoe Gil Burgoin. Reseña de Moreno Fernández, Francisco: Sociolingüística cognitiva. Proposiciones, escolios y debates. Madrid / Frankfurt, 2012, Iberoamericana / Vervuert, 304 p., Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico ; 31, ISBN: 9788484896937

Infoling 11.99 (2013) <http://infoling.org/informacion/Review173.html>

521693En esta obra, Francisco Moreno Fernández nos presenta la sociolingüística como una disciplina que ha logrado, a través de la enunciación y legitimación de las relaciones entre las estructuras lingüísticas y la organización social, la comprensión de un conjunto amplio de manifestaciones lingüísticas. No obstante, el autor caracteriza a la sociolingüística, también, como un área que muchas veces ha fundamentado sus premisas en ciertos conceptos epistemológicamente poco claros para la lingüística. Es una problemática que puede describirse como un compendio de preguntas del tipo ¿Qué sabe un hablante cuando es competente sociolingüísticamente? ¿Qué es la comunidad de habla? ¿Qué quiere decir “actitud lingüística”? las cuales, aún hoy, no se han respondido cabalmente. Esto hace necesario ampliar y profundizar el marco transdisciplinario que ha caracterizado a la sociolingüística a través de la formulación de un nuevo enfoque –aunque como se verá, esta novedad es relativa–. En palabras del propio autor “Llamaríamos sociolingüística cognitiva a aquella que, siguiendo las pautas generales de la lingüística cognitiva, se preocupa especialmente por el estudio de los recursos cognoscitivos implicados en el procesamiento y el uso lingüístico contextualizado [y presta] atención al conocimiento, la percepción y las creencias que los hablantes tienen de su lengua en su uso social, incorporando información relativa a los entornos comunicativos” (p. 17). De este modo, el libro de Moreno Fernández propone retomar e integrar plenamente los elementos de la ciencia cognitiva y, en cierta forma también, de la antropología, que dan cuenta del fenómeno sociolingüístico, lo cual representa una óptica ajena –hasta el momento– a la sociolingüística americana, sobre todo la laboviana, que es una disciplina que, más bien, se ha venido inspirando en los métodos de la sociología.

La estructura expositiva que propone Moreno en su Sociolingüística Cognitiva es interesante en sí misma. Además de la introducción y el epílogo, contiene doce capítulos –que se reseñan a continuación– cuya estructura esquematiza una serie de tópicos a través del planteamiento de un conjunto de premisas, mismas que son problematizadas en los escolios, o comentarios. Asimismo, ofrece, a manera de rutas de investigación, un cúmulo de debates relacionados con los temas de cada capítulo.

En el capítulo 1, Moreno se encarga de deshilvanar la idea de que la lengua es una entidad compleja cognitiva y socialmente. Esta es una de las ideas que, al observar el fenómeno de la lengua, se ponen de manifiesto de manera más obvia. No obstante, también es una de las intuiciones en consecuencia de las cuales se ha estado poco dispuesto a actuar en el marco de la lingüística de corte estructural. El autor mira hacia Mijail Bajtín, Michael Bratman y Ricard Solé para argumentar que la lengua no es sólo un resultado, sino también un instrumento estrechamente ligado al funcionamiento y la evolución social, un objeto que sin un propósito dictado desde lo socio-cultural y para lo socio-cultural no tiene sentido. La lengua, además, es un objeto construido, reproducido y modificado en el ámbito de las interacciones. Por consecuencia, Moreno se muestra especialmente crítico a la visión chomskiana, que trata de deslindar de la lengua todo componente extraestructural.

Ante el cúmulo de evidencias acerca de la naturaleza compleja y dinámica de la lengua cabe preguntarse por el sitio de esta sociolingüística cognitiva dentro del conjunto de perspectivas de estudio del lenguaje. Aquí se argumenta, primero, que la sociolingüística cognitiva, como un aparato conceptual poderoso, debe abarcar y ser capaz de articular las ramas en las que se ha dividido tradicionalmente el estudio sociolingüístico, como el variacionismo y la etnografía de la comunicación. Por otro lado, se enmarca la propuesta del autor en el ámbito de la lingüística cognitiva experiencial. Así pues, el tinte que agrega Moreno Fernández al lienzo de la sociolingüística es el interés perceptivo, que se afana por entender las palabras y las estructuras significativas no como realidades objetivas sino como procesos que apelan a la experiencia del hablante. Luego, como parte de la lingüística cognitiva, el repertorio de conceptos de la sociolingüística cognitiva debe incluir términos como percepción, prototipo, esquema, categoría y uso. En esta aspiración abarcadora, la sociolingüística cognitiva ha de enfrentarse al binomio lengua/habla como caras de una misma moneda con las que le corresponde lidiar de igual manera.

En los capítulos 2 y 3, centrándose en distintas vertientes del problema, el autor se esfuerza por enfatizar el papel de la lengua como vehículo de las categorizaciones que hacen los hablantes y, de entre estas categorizaciones, propone como la más relevante para su disciplina la clasificación y el ordenamiento que hace de hablantes, comunidades y agrupaciones lingüísticas (hecho ya mencionado previamente en el capítulo 1). A su vez, el autor atribuye a la sociolingüística cognitiva el empeño por liberarse de la noción de clase social, para dar paso a un entendimiento todavía más complejo de la sociedad como un conjunto de agrupaciones y redes de individuos. Bajo tal perspectiva, la sociolingüística tiene el compromiso de observar la interacción lingüística en ese ambiente complejo que codifica categorizaciones y cuyo lugar de reproducción y, por ende, de observación, es el discurso cara a cara, la conversación.

Moreno Fernández, cuyos trabajos previos revelan un eminente interés variacionista, no puede soslayar en su exposición qué se entiende por variación en el marco de la sociolingüística cognitiva y es este asunto a lo que dedica el cuarto capítulo. Si en la sociolingüística variacionista “tradicional” el investigador busca, fundamentalmente, encontrar las correspondencias entre variantes y hablantes, en el enfoque que propone este texto, el lingüista quiere saber cómo percibe y entiende el hablante estas variantes y en qué medida es un agente consciente de sus manifestaciones. Por ejemplo, un concepto que se esfuerza por subrayar Moreno es el de elección lingüística, que indica una selección de entre múltiples opciones por parte del hablante debido a un conjunto de motivaciones de índole social. Además, se discute de manera central la forma de la variación lingüística como producto de una representación psicológica en el que se entienden las variantes como elementos que se alinean y se alejan de una referencia central o prototipo.

En los siguientes capítulos (5, 6 y 7) Moreno se encarga de implementar en los diversos niveles de la lengua (fonología, gramática y semántica) las categorías provenientes de la sociolingüística cognitiva, entendiendo los conceptos centrales a cada uno de ellos como entidades que son moldeadas por la experiencia y el uso, entidades que caben en un modelo de esquemas y prototipos. Por ejemplo, el fonema se entiende en este contexto como un conjunto de ejemplares asociados a un esquema. La fonología cognitiva explica cómo estos ejemplares, realidades concretas formadas por rasgos fónicos, son percibidos y categorizados por los hablantes al mismo tiempo que se forma una identidad categorial y se diluye la realidad acústica concreta. Los esquemas o fonemas son realidades cognitivas emergentes que se construyen en contexto. Igualmente de gran interés resulta la discusión acerca de la posibilidad, en este modelo, de variación en el componente semántico y pragmático de la lengua. Se pone en la mesa de debate la asunción, por parte de la sociolingüística variacionista, de que la variación es un fenómeno que atañe a lo formal, dando por sentada la premisa de la equivalencia semántica, para dar paso a una visión en la que los significados son emergentes y se recomponen en virtud de la “verdadera” equivalencia que es el uso en la interacción social.

El texto da paso en el siguiente capítulo a una disertación sobre las características metodológicas de la sociolingüística cognitiva. En primer lugar, reitera el autor, el acercamiento debe ser abarcador. Se parte, en principio, de un método observacional que sea capaz de captar el fenómeno lingüístico en su ámbito inherente, es decir, el uso en sociedad. El análisis debe dar cabida, además, a herramientas experimentales, a la consideración de la representatividad y a la cuantificación. En cierto modo, pues, la metodología no muestra grandes diferencias con el de la sociolingüística “tradicional”. No obstante, como ya se dijo, para poder poner el apellido cognitivo a esta disciplina es menester centrar gran parte del análisis en los mecanismos de percepción, procesamiento y reproducción del propio hablante y no sólo en las manifestaciones externas del habla. En ese sentido, las técnicas, como la observación, el cuestionario y la entrevista, que, como ya dije, no son distintos a los de un enfoque más convencional, deben buscar maximizar el hallazgo de pistas acerca de las impresiones subjetivas y de las decisiones que toman los hablantes. Además, Moreno Fernández dedica dos capítulos completos (9 y 10) a la entrevista sociolingüística y consagra la discusión a la necesidad de nuevas interpretaciones de su contenido. Comienza remarcando el papel privilegiado de esta técnica de investigación como consecuencia de su valor estilístico que es otorgado por su capacidad de captar el discurso, si no de la manera más natural, sí de modo cualitativa y cuantitativamente óptimo para un sociolingüista. No obstante, Moreno Fernández echa de menos una interpretación cognitivista de la entrevista que, en su opinión y dicho aquí de una manera muy sucinta, debe entender al hablante no sólo como productor sino como un observador de la situación comunicativa que actúa en respuesta a un gran número de factores. Una interpretación cognitivista de la entrevista da como resultado un conocimiento más acertado de los mecanismos perceptivos que entran en juego en la interacción conversacional.

Los capítulos 11 y 12 versan acerca de la necesidad  de tratar  la cuestión de las actitudes lingüísticas en el marco de las categorías del cognitivismo. El autor muestra la naturaleza eminentemente psicológica de las actitudes y de la percepción de las variedades y el contacto lingüístico, pero también su carácter organizado y legitimado de manera social. El estudio de las actitudes lingüísticas desde lo cognitivo implica el desgajamiento de la noción de actitud en varias dimensiones que deben ser igualmente tomadas en cuenta, como la dimensión competencial, que se refiere al grado de conocimiento de la lengua por el hablante, pero también la afectiva y la instrumental. Una cuestión vinculada a las actitudes es la del prestigio, que también examina, llegando a la conclusión de que está directamente relacionada con lo que el componente cultural considera bueno o aceptable. También hay una justificada insistencia, en el trabajo de Moreno Fernández, en la capital relevancia de las técnicas de la dialectología perceptual y de la etnografía de la comunicación. En última instancia, a todo lo expuesto por el autor en estos capítulos subyace la idea de que las actitudes y creencias lingüísticas son una parte legítima del universo general de creencias instauradas desde lo social y lo cultural.

En el epílogo, Moreno Fernández hace hincapié en un hecho que ya había mencionado en otros pasajes, el de que se propuso proporcionar un marco teórico flexible de investigación pero integrado por premisas verificables. En suma, este libro representa una importante síntesis de los puntos de partida y vías que debe seguir este nuevo programa –más que nueva disciplina– que propone el autor para la sociolingüística. Moreno mismo menciona que sociolingüística cognitiva es una tautología porque toda sociolingüística ha de ser cognitiva. Tomando en cuenta esto, el texto reseñado encarna, pues, un tratamiento interesante de la asunción de todas las consecuencias teóricas y metodológicas que trae consigo el ímpetu holístico que siempre ha cargado consigo la sociolingüística.