
Fuente: Revista Ángulo Recto
Autor: Juan Soros
Utopía, ciudad y América son tres palabras en constante diálogo. La utopía moderna no se puede entender sin el descubrimiento de América –como se puede ver ya en la introducción de Utopía de Tomás Moro– ni sin una proyección urbanística de formas de pensamiento. Durante siglos predominó la proyección de mitos eurocéntricos sobre el territorio americano. Esto representaba un problema grave. La proyección necesita, como recuerda Gisela Heffes, editora de Utopías urbanas, un espacio “vacío” en términos reales y simbólicos. Este vaciamiento fue realizado en ambos niveles y de manera unidireccional. Sin entrar en los procesos coloniales, la proyección imaginaria utópica europea sobre territorio americano ha sido estudiada con detenimiento. Sobre todo por Fernando Aínsa, profesor, crítico y escritor uruguayo, autor de libros clave como De la Edad de Oro a El Dorado, génesis del discurso utópico americano (1992) e Historia, utopía y ficción de la Ciudad de los Césares, metamorfosis de un mito (1992), ambos trabajos emblemáticos tanto por ser referentes en sus aproximaciones concretas como por ser paradigmas metodológicos para enfrentar el desplazamiento de la “imaginación de Occidente” hacia los supuestamente “virginales” territorios americanos. También se pueden mencionar trabajos emblemáticos como Mitos y utopías del Descubrimiento, en tres tomos, de Juan Gil y otros. Tema, por supuesto, muy estudiado en torno a la fecha de los “500 años”, 1992, aunque incluso agregar la palabra “descubrimiento” sea problemático a pesar de su aceptación en el uso cotidiano en ambas orillas del Atlántico.
Sin embargo, los complejos y problemáticos procesos de mestizaje de los que ha sido crisol el continente americano, como los ha estudiado, por ejemplo, Serge Gruzinski, han cristalizado en lo que llama la “creación mestiza”, a pesar de la contrapartida bárbara del proceso. Creación mestiza es “esta nueva realidad geopolítica –la ciudad americana–”, en palabras de Heffes. Ya no es un espacio vacío donde se proyecta el imaginario occidental sino, por el contrario, es un centro de emanación de configuraciones sociales y culturales que necesitan ser estudiadas en su propia especificidad. Por lo mismo, el esfuerzo crítico que representa Utopías urbanas es un verdadero aporte a la cuestión. En primer lugar, por ponerse bajo la égida de un clásico un tanto dejado de lado. En tiempos en los que la academia parece autofagocitar su producción y hacer caducar los libros en pocos años, recuperar un libro que ha sido clave como La ciudad letrada (1984) del uruguayo Ángel Rama es toda una toma de posición. Luego, el libro recopilado por Heffes, es de gran interés para diversos campos de estudio, desde el urbanismo a la literatura, pasando por sus hibridaciones interdisciplinares, los múltiples enfoques críticos elegidos –el libro incluye doce estudios, abarcando temas como la inseguridad, el narcotráfico o la vanguardia y dedica una sección especial al proyecto de Brasilia– para desarrollar un análisis de las relaciones entre esas emanaciones de la “ciudad americana” y “la construcción del ideal utópico en diversas representaciones culturales y sociales latinoamericanas, teniendo en cuenta la diversidad que entraña el ideario utópico (tanto en lo ficcional como en lo ideológico e intelectual) a nivel conceptual, como asimismo la configuración de una sociedad perfecta e idealizada” (Heffes). Sin embargo, es necesario recalcar que salvo en contados casos concretos (como el ejemplo del proyecto de Brasilia) no se trata de utopías concretas sino de proyecciones sobre su propio espacio, de lo que Aínsa ha definido como “pensamiento utópico”. Una forma de pensamiento alejada, casi opuesta, a los ideales centralizadores y totalitarios con los que la utopía fue vinculada en su desarrollo y en sus fallidos intentos de plasmación. Sin embargo, no se trata de un pensamiento utópico meramente imaginario.
Un buen ejemplo, para evitar esta aparente paradoja, lo da la misma Gisela Heffes en su estudio “Utopías verdes: hacia una poética urbana de la conservación ambiental”. La perspectiva de la ecocrítica ha permitido abrir un nuevo campo de estudio, de alto interés y con una plasmación práctica de pensamiento utópico, pero muy alejada de ideas cercanas al poder. Ejemplos de monografías escritas desde esta perspectiva en el medio hispanoamericano son ¿Callejón sin salida? La crisis ecológica en la poesía hispanoamericana de Niall Binns (2004) o El mundo más que humano en la poesía de Pablo Antonio Cuadra, un estudio ecocrítico, de Steven White (2003). Heffes se centra en las “econarrativas latinoamericanas”. En concreto las dos obras que analiza representan para ella “ecotopías urbanas, […] proponen una poética de conservación ambiental a través de estrategias y dispositivos narrativos que sintetizan un amplio número de perspectivas disciplinarias, visiones de futuro y del mundo, como así también posicionamientos y activismos políticos”, lo que demuestra que nos encontramos ante una forma de leer la ciudad y la utopía original y necesaria para pensar la ciudad americana.
El mismo Aínsa ha estudiado la actualidad del pensamiento utópico en América Latina en varios libros como Necesidad de la utopía (1990) o La reconstrucción de la utopía (1997). Por lo mismo, siendo todos los trabajos incluidos en este volumen de sumo interés, sin duda el texto de Aínsa, “La ciudad entre la nostalgia del pasado y la visión apocalíptica” es clave y articulador. Por lo mismo no extraña que encabece el conjunto de estudios. En este artículo se sitúa en las grandes ciudades latinoamericanas de la actualidad. Esas megalópolis en las que ha devenido la ciudad americana, diametralmente opuestas a las ecotopías que estudia Heffes, “de crecimiento acelerado y descontrolado, se aparecen en desorden inhumano plagado de contradicciones, donde lujo y pobreza conviven bajo tensión en barrios diferenciados de forma drástica”. Después de un análisis aplicado a la mayoría de las principales capitales americanas y su particular reflejo en la narrativa contemporánea, Aínsa destaca una clave positiva ya que “Las megápolis por detrás de su cartografía y el espacio físico que configuran, de sus agitadas notas predatorias, invitan a desarrollar tramas de la imaginación y memoria que parecían precozmente extenuadas”. De este modo se comprende que esta ciudad americana, quizás por su propia “creación mestiza”, sea “el escenario por excelencia de la sociedad multicultural”. Una sobre otras, las capas culturales se sobreponen y se mezclan para generar un humus urbano vital y creativo: “Sobre los escombros de la ciudad ideal y sus detritus, jadeando bajo la atmósfera velada por el smog, el espacio urbano sigue siendo, pese a todo, el lugar metafórico y privilegiado de la fundación por la palabra de los nuevos mundos del imaginario”. Por último, la interdisciplinariedad de las aproximaciones y el acento puesto en la multiculturalidad de las grandes ciudades contemporáneas asegura que el alcance de este libro supera los estudios específicos sobre la ciudad americana y puede servir de modelo o complemento para futuras investigaciones sobre otras grandes urbes de otras latitudes.