Joserra Ortiz (San Luis de Potosí, México) escribe, escribe y escribe. Poesía, cuentos y puede que hasta se esté atreviendo con una noveleta. Estudió Letras en el TEC de Monterrey y se doctoró en Estados Unidos en Hispanic Studies. Actualmente imparte clases de literatura en Brown University; y el próximo semestre, también en Boston University. Le fascina la hora de tren que hará entre Providence y Boston para pasarla con sus enormes auriculares, leyendo.

Ortiz Joserra Foto 031. Los días con Mona es tu primer libro de cuentos. Desde luego, la ciencia ficción ha influido en ellos, pero no es el único género por el que te mueves, ¿en qué medida este libro representa tu modo de concebir la literatura?

Lo que más me ha gustado de Los días con Mona es que no es un libro accidental ni tampoco un ‘cajón de sastre’. Aunque lo tengo dividido en dos secciones bien diferenciadas, la elección de los cuentos que integran cada una y que completan al libro en su totalidad, no fue para nada fortuita. Los registros, modelos e incluso géneros de los que provienen los relatos pueden ser muy diferentes entre todos, pero creo que hay una continuidad temática que propone a Los días con Mona como un conjunto que razona o plantea problemas comunes y corrientes, desde el amor no correspondido hasta los conflictos generacionales por el poder simbólico y la posesión de la fuerza, en escenarios o situaciones límite. Esa es una intención continua en mi escritura, por poca que sea hasta ahora. En cierta forma, la poética que me interesa, y de la que Los días con Mona es el primer resultado completo, es la que propone al lenguaje como el ancla que impide la deriva en el caos discursivo que es el mundo. Eso, creo, es algo que he aprendido y asimilado de las narrativas que más disfruto, usualmente provenientes de estéticas gustadas y consumidas masivamente. Tú distingues la ciencia ficción, de la que soy entusiasta, pero hay otros que me gustan más y que sin duda se encuentran en el libro. El terror recreativo, sin ir más lejos, o el policiaco me han provisto de herramientas para enfrentarme a la anécdota, pero sin caer en la tentación de apegarme a las obligaciones temáticas o formales de esos géneros. Me gusta pensar que mis cuentos son muy «literarios», en el sentido de que bebo influencias de todo, todo, todo lo que «leo» y procuro condensar toda la metatextualidad posible en un solo lugar: desde la prosa festiva de Quevedo hasta San Raimi. Algo así.

Los días con Mona2. Si tuvieras que establecer, con permiso de Bourdieu, tu propio campo literario, ¿qué elementos, artistas, interacciones, pasados y futuros no podrían faltar?

 Esta es una pregunta complicada porque soy un lector compulsivo y, por decirlo semióticamente, considero que todo es texto, así que seguramente estoy hiperinfluido. Definitivamente mi campo literario parte del más extenso campo literario mexicano, porque originalmente me formé leyendo lo que se producía y produce en mi país. En este sentido, me gusta pensar que comparto armas y letras con aquellos autores que optaron o todavía optan por celebrar la imaginación y proponer narrativas fantásticas para interactuar con la experiencia. Con fantástico, por cierto o desde luego, quiero decir el rasgo literario que nos permite experimentar la ambigüedad o mantenernos en la incertidumbre, como apuntó Todorov. Entre los que todavía me sorprenden en la relectura se encuentran narradores como Arreola, Elizondo, Ibargüengoitia y, últimamente, el Carlos Fuentes más imaginativo. No menciono a todos, pero entre escritores como estos y muchos muy actuales, como Chimal, Esquinca, Bef y Velázquez, se trazan mis planos de lectura. O más bien solo una de las coordenadas de ese mapa que, creo necesario aclarar, es siempre y obligatoriamente trasatlántico, intercontinental y transcultural. Así es el de todos, claro y, como el de todos, en el mío se adhieren también todas las literaturas transhistóricas de las que soy lector apasionado, desde la épica medieval hasta el thriller y la novela gráfica de superhéroes, pasando por todos esos textos que me son significativos y que no son libros: la música punk, el cine B, la prensa sensacionalista y de escándalos, el diseño gráfico, el marketing, la comunicación instantánea en internet. No voy a hacer una lista, pero pueden ir a ver lo que dije por acá para darse una idea.

3. Pese a estar en esta época de “trans” y “post” y otros “beyonds”, los impedimentos que otros llaman fronteras siguen existiendo y no es tan fácil que un español  consiga los libros de al menos tres escritores jóvenes mexicanos y viceversa.  ¿A quién nos recomiendas? ¿Alguna editorial de la que no te pierdas una novedad?

 Responder esa pregunta es menos fácil de lo que uno pensaría, porque sucede que en México se está escribiendo más que nunca y mejor que en mucho tiempo. Un mapa más o menos coherente de lo que están haciendo los jóvenes mexicanos se ofrece en el Fondo Editorial Tierra Adentro, donde está publicado mi libro. Como además sus libros no son caros, es ahí donde busco siempre cosas nuevas que generalmente serán buenas. De entre las editoriales a las que es bueno seguirles la pista destacaría Almadía, Tumbona, Nitro Press y la renovada Jus. Ya hablando de autores, los que más me impresionan por la excelente factura de su literatura, son los que en algunos lugares he llamado “el relevo generacional”. No son un grupo ni una generación, sino escritores en activo, de edades e intereses literarios muy disímiles, que sin ponerse de acuerdo han replanteado la oferta editorial nacional y están reemplazando las preferencias temáticas o formales que más perduraron en la literatura mexicana durante todo el siglo xx y aun ahora. Algunos que me interesan más que otros son Carlos Velázquez, Alberto Chimal, Iván Farías, Daniel Herrera, J.M. Servín, Bernardo Esquinca, Jose Luis Zárate, Bibiana Camacho, Nazul Aramayo, Raquel Castro, Bernardo Fernández Bef, Andrés Acosta, Rodolfo J. M., Julián Herbert, F.G. Haghenbeck, Iris García Cuevas… bueno, si sigo escribiría páginas y páginas de nombres y esto terminaría pareciendo un directorio telefónico.

4. ¿Tiene tu escritura planos de futuro?

Por supuesto, pero como suelo hablar en tiempo pasado, te cuento de eso cuando estemos allá.

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