Pedro ProvencioHace una semana se presentó en nuestra librería el poemario Onda expansiva, del poeta español Pedro Provencio (Alhama de Murcia, 1943). Se trata de un libro exigente, como la tarea que se impuso Provencio: abordar el atentado terrorista del 11 de marzo en la estación de tren de Atocha. Una tarea de este tipo abre a discusión cuestiones éticas sobre la poesía y su ejercicio en nuestras sociedades. Provencio tuvo la gentileza de responder a nuestro cuestionario; esperamos que su lectura sea una invitación a visitar su nuevo poemario.


Onda expansiva
Onda expansiva. Madrid, 2012, Amargord, 233 p., € 13.20 Transatlántica, 14
ISBN: 9788415398356

En sociedades en las que todo está categorizado, marcado, ¿cómo puede el poeta desmarcarse? Es decir, si la misma etiqueta de “poeta” neutraliza la radicalidad de la poesía, ¿puedes pensar en alguna estrategia de desmarque crítico?
No sé si existió alguna vez una sociedad sin categorizar. ¿Es imprescindible que el poeta se desmarque?, ¿del entorno adverso, o de sí mismo? Hay poetas que, lo elijan o no, viven y escriben “marcados”, y no por eso su obra resulta menos interesante. Quizás lo mejor sería estar totalmente marcado para ver clara la marca y la forma de borrarla. Podríamos decir que la única vía de escape está en el lenguaje, pero eso no significa casi nada, porque también en el lenguaje están inscritos los procedimientos de marcaje. Prefiero la indeterminación, la contradicción: estamos dentro para estar fuera, y viceversa. A condición de mantenernos despiertos en uno u otro lugar, o en los dos a la vez. En cuanto a la etiqueta “poeta”, no creo que neutralice automáticamente, a no ser que uno se la apropie como atributo solemne. A quien escribe poesía se le llama poeta, eso es todo. No comparto la opinión de quien separa la poesía de la literatura: el poeta se sienta cada día a trabajar como lo hace el novelista, no deambula por las nubes. ¿La radicalidad? Empieza a ser un tópico, o quizás ya lo era hace tiempo, y en ella parece caber todo. Sólo la crítica, verso a verso, me parece útil. Me refiero a la autocrítica, claro: no vaya a ser que siendo muy severos con el poder cultural establecido nos sintamos tan a gusto que fabriquemos un nuevo “cisne” —rapaz, justiciero, pero cisne— al que nos da pena retorcerle el cuello.

Más allá de los estereotipos de la poesía —libertad de palabra, riqueza del mundo interior, expresividad de la subjetividad— ¿crees que la poesía tiene algún potencial crítico, transformacional? Dicho de otro modo, ¿no crees que la palabra poética es solipsista? ¿No crees que el capitalismo atraviesa directamente el lenguaje? ¿Y que, además, el poeta también acumula un capital cultural, participa del capitalismo, más allá de la pretendida excepcionalidad de la poesía?
Potencial crítico no supone automáticamente transformación de nada, ni siquiera de la recepción lectora, que sería el objetivo directo del poeta. Más allá de la lectura que se haga de sus palabras, el poeta no tiene poder alguno, e incluso puede provocar alguna mueca ideológica ajena por completo a sus intenciones. También el lector está marcado, también él marca la poesía que le llega estampándole la fórmula apriorística “expresión de la subjetividad”. El poeta que pretende escribir partiendo más del mundo exterior que del interior –si existe tal división-, tiene el doble trabajo de objetivar su poema y de superar el solipsismo lector. Conozco a bastantes poetas que trabajan críticamente con su “punto de partida” —para no llamarlo “yo”—, pero no sé de muchos lectores-lectores (no poetas) que hagan lo mismo con su “punto de llegada”.
En cuanto a si el capitalismo “atraviesa el lenguaje”, o si el “capital cultural del poeta” engrosa el capitalismo, me parecen preguntas retóricas. Vivimos hoy en pleno triunfo del capitalismo, que nos tiene vencidos contra la lona, boca abajo, con lenguaje y todo, ¿cómo podría ser de otra manera? El expolio general llamado crisis no podía dejar aparte el lenguaje; el K. O. ha sido rotundo: hasta las pancartas de las manifestaciones anti-sistema están escritas en “capitalista”.
¿Qué puede un libro de poesía “desmarcada” contra la masa de la industria cultural? Frente al Titánic de la cultura de masas, el iceberg de la poesía revulsiva o de todas las artes iconoclastas reunidas tiene el volumen de un cubito de hielo. “No nos hagamos ilusiones” voy a escribir en la pancarta que lleve en la próxima manifestación. Más que pelearse con el poder, quizás habría que incrementar el no poder. De tanto negarse a poder nada, quizás el poeta y su lector se sentirían reconfortados para hacer inútil en ellos la arremetida permanente del todo-poder.

Presentación 18 de octubre
Presentación el 18 de octubre en nuestra librería.

¿Podrías mencionar alguna obra que te haya transformado, que haya puesto algo en marcha, que haya generado…? O, de lo contrario, ¿podrías construirte una genealogía?
Han sido muchas, y no sólo obras poéticas. Como le ha ocurrido a cualquiera, en mi primera juventud me abrieron los ojos de mi mundo interior  hacia la intimidad del mundo exterior, digamos- algunos libros que hoy respeto pero no releo, a no ser por razones de trabajo. Nada fuera de lo común: los fundadores del siglo XX, desde Darío hasta algunos libros de poetas del 27. Después, ya más sistemáticamente, el aluvión de los clásicos castellanos se unió a los ricos caudales de nuestras lenguas más próximas, sobre todo la francesa: L’homme aproximatif, de T. Tzara, fue una lectura capital, y cuando cayó en mis manos la primera antología de F. Pessoa pensé que yo no tenía por qué escribir nada más y que sin embargo debía hacerlo. La poesía escrita al otro lado del Atlántico desde José Mª Eguren hasta Gonzalo Rojas, por lo menos disipó saludablemente los tópicos que durante decenios limitaban la estrictamente española. Pero además y sin detenerme en la narrativa, que, en mi opinión, aporta a la poesía más de lo que parece, ha habido obras ensayísticas que me han “puesto en marcha” tanto o más que la lírica. Y no me refiero sólo al análisis literario, a la lingüística o a la filosofía que es una necesidad de primer orden-, sino a la bioquímica o a la física fundamental, siempre intentando ir más allá de la divulgación pero sin complejos cuando no la supero: Lynn Margulis es divulgativa, felizmente, como lo fue Erwin Schördinger. Y no quiero acabar este repertorio, más bien rutinario, sin referirme a la música: antes de Schönberg, lo evidente con una mención especial a J. S. Bach, que me llegó cuando más falta me hacía-, pero ya avanzado el siglo XX he probado de todo, aunque no todo me haya alimentado por igual. Para situarme con alguna claridad: me estimulan Francisco Guerrero o Salvatore Schiarrino, y por eso vuelvo a escucharlos siempre que puedo; pero Toru Takemitsu o Arvo Pärt se me quedan en la primera audición.

Presentación
Lleno total. Imposible tomar fotos…

¿Participaste de alguna revista o colectivo? ¿Podrías contarnos de esa experiencia?
He colaborado en bastantes revistas, todas desaparecidas. No he pertenecido a ningún colectivo, por lo que mi participación en publicaciones de este tipo ha sido siempre esporádica, pero no por eso ha estado falta de interés por mi parte, incluso de cierta forma de compromiso estético. Me satisface recordar que, allá por los años 60, haciendo yo el servicio militar, envié unos poemas a Claraboya y me los publicaron. Tengo recuerdos especialmente gratos de mi colaboración con Estaciones (años ochenta), con El signo del gorrión y con Falar/Hablar de poesía.

¿A qué te dedicas durante el día? ¿De qué vives?
Normalmente, por la mañana intento escribir consumo energías y por la tarde leo las  recupero. En cuanto a “vivir de”, fui profesor de Instituto y soy pensionista. Siempre he vivido al nivel de mis posibilidades económicas y materiales; con las otras me he aventurado mucho más.

¿Tienes un blog? ¿Nos recomiendas alguno?
No tengo blog. Frecuento uno de un buen amigo, sin pretensiones, digamos que por formar peña. He visitado algún otro blog de interés, pero sin asiduidad. No soy dado a los juegos de pantalla, por ahora.