Helmut PlessnerPoco se tradujo al castellano y menos se leyó en su momento la obra del filósofo alemán Helmut Plessner. Eclipsado quizá por la potencia metodológica de Husserl, su maestro, y el atractivo discursivo de Heidegger, su labor intelectual, aparentemente más modesta en sus pretensiones y menos arriesgada en su estilo que la de sus coetáneos, quedó relegada a un segundo plano, dentro incluso del ámbito académico, por lo que a día de hoy sigue siendo casi un desconocido.

Sea como fuere, el proyecto filosófico de Plessner tenía como objeto la superación del dualismo de raigambre cartesiana cuerpo-alma, que a sus ojos, emponzoñaba de pseudorespuestas artificiosas la pregunta esencial «qué es el hombre». Responder a tal pregunta no puede obviar el hecho de que, el cuerpo, entendido como organismo, y la conciencia forman un todo indisoluble e integral: se coimplican y se copertenecen. Y justamente en el análisis de dos fenómenos tan genuinamente humanos como el reir y el llorar ejemplifica y señala tal unidad.

Mucho se cuida Plessner de reducir la risa y el llanto a lo meramente emotivo y afectivo. Si así fuese, esas capacidades tendrían que darse en otros animales, pero no es el caso. Tanto la risa, como el llanto, se explican más bien como dos particularísimas formas de expresión cuya ocasión supone siempre una especie de pérdida del dominio de sí que se manifiesta corporalmente y de modo reactivo. Sin embargo estas reacciones atienden a un desfase exclusivamente simbólico, bien por superposición, yuxtaposición o simultaneidad de elementos racionalmente irreconciliables, como en el caso de la risa, bien por dar íntimamente con un límite para la explicación de un hecho, que obstruye la acción y desarma la palabra, como en el caso del llanto.

Plessner: Risa y llanto
La risa y el llanto. Investigación sobre los límites del comportamiento humano.
Madrid, 2007, Trotta, 173 p., €13,00 ISBN: 9788491649260

Sin duda, no deja de ser llamativo que sean precisamente estas formas de expresión, ambas dos fuera del lenguaje verbal, considerado tradicionalmente el instrumento por antonomasia del pensamiento, las que claramente y de manera constante en la vida cotidiana marcan los límites del sentido: la equivocidad y la imposibilidad de continuidad. Tampoco deja de ser llamativo que tanto al reir, como al llorar, se produzca una especie de cortocircuito de sentido que momentáneamente paraliza una cadena causal de comportamientos (¿cuántas veces no se dirá eso de «me tuve que parar a reir / llorar»?). Reir y llorar, sin ser gestos ni ademanes, son formas de expresión corporales fuera del lenguaje, que a pesar de su opacidad y aparente sinsentido, evidencian, sin embargo, su naturaleza disrruptiva. Muestran, pues, que el lenguaje no corre en paralelo sobre la superficie de los fenómenos, sino que está íntimamente entreverado en y con ellos, por lo que no hay razón para negar su condición errática y mutable. Aporética e histórica, en definitiva.

A la luz de estas cuestiones, el aparente modesto ensayo de Plessner sobre dos comportamientos humanos muy concretos, la risa y el llanto, que se podría haber quedado sin más en un análisis meramente empírico, y quizá psicologizante, da un paso más allá y pone en cuestión no sólo las limitaciones de la racionalidad, sino también de la división de los saberes y disciplinas que sobre ella se fundan. Cuestiona, digámoslo ya, la consabida escisión entre las llamadas «ciencias de la naturaleza» y «ciencias del espíritu». A día de hoy, este asunto pudiera parecer añejo y más que debatido. No tanto así en 1941, año en que Plessner, exiliado en Holanda, publicó este ensayo. En esos tiempos en que la ciencia positiva renunció al sentido y se puso al servicio de la barbarie.

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